El principi del final

El principi del final

divendres, 1 de juliol del 2022

Me llaman intensita

Ayer estaba hablando con una amiga de Madrid que me contaba que la gente le recrimina que lleve siete años soltera. Porque claro, después de una relación de doce años, y seis más después de idas y venidas como rollete tormentoso y totalmente toxico con tu ex de toda la vida, pasarte un año o año y medio viviendo la vida, saliendo y entrando cuando quieres, quedando con amigas y tal, a tu edad, pues… parece que no toca. Parece que hay edades establecidas para vivir también. Y que, si no lo haces por la circunstancia que sea, estás fuera de lugar en esta vida. Le cuento que lo mismo me pasa a mí, que ahora con treinta y cinco años estoy estudiando. Aún. Y que mucha gente “me recrimina” que porque no lo hice con veinte años y no ahora. Que claro, tengo edad de tener cuatro carreras y cinco masters parece ser. Da igual que venga de familia obrera, con padres separados que evidentemente no han podido permitirse mantenerme hasta los treinta años y mucho menos mis estudios superiores. Da igual que mi madre haya pasado por dos cánceres y una depresión y me tocó en algún momento de mi juventud asumir un rol que no me correspondía ni pedí por edad. El caso es que estoy fuera de lugar en esta vida. Y claro, nosotras, que hablando anoche coincidíamos en que cada persona con su experiencia, con su ritmo, improvisa la vida como buenamente puede y/o quiere, resulta que te encuentras rozando los cuarenta y recibiendo comentarios para todos los gustos. Desde vividora, descentrada, desubicada, inmadura, a ver si sientas la cabeza y buscas pareja y tienes hijos que parece ser, es la única manera de madurar y tener responsabilidades. Da igual que nosotras vivamos solas, con gente a nuestro cargo, animales a cargo, estudiemos, trabajemos y tengamos quinientas responsabilidades, si no tienes un hijo, no has sentado la cabeza ni madurado. Quizás ese es el motivo que nos ha juntado. Sin conocer nuestras experiencias personales hicimos match instantáneamente. Complicidad, alegría, intensidad, estudiando juntas. Dedicamos mucho tiempo a nuestros trabajos y los resultados nos avalan. Pero ese tiempo fue tan intenso, que no llegaron a pasar ni seis meses trabajando juntas que ya parecía que nos conocíamos de toda la vida. Nos llevamos tan bien desde el inicio, nos entendimos casi sin tener que dar explicaciones porque nuestra evidencia de las cosas iba en sincronía. Nuestro sentido común era compartido. Pasa muy poco, pero cuando pasa, te alegra la vida. Poco después decidimos conocernos en persona, dejar las videollamadas, al finalizar los estudios, tener una “cita a ciegas” para desvirtualizarnos. Siete días veinticuatro horas juntas. Era un riesgo, puesto que nada garantizaba que no nos matásemos en las primeras veinticuatro horas. O sí. Nuestra experiencia en la vida, nuestra intensidad y ganas de vivir. Nuestra manera de vivir el tiempo libre, de comunicarnos, de apreciar y valorar el tiempo de una misma y el de los demás. Del respeto mutuo. Así que cuantos más días pasaban, más coincidencias encontrábamos. Cuantas más cosas nos explicábamos de nuestras vidas, más mostrábamos empatía por la otra. - ¿Cuántas veces te han llamado intensita, Ramona? Le pregunto entre risas, cuando finaliza una de sus peculiares historias y ya pidiéndole piedad por mis agujetas en la barriga de reír. - Uf Vero… ¡Mas que por mi nombre casi! Te creo. Y es que el ser una persona intensita es una forma de vida. Cuando tienes poco tiempo libre, cuando has pasado por experiencias dolorosas, difíciles, y de repente te encuentras con tiempo libre, con una oportunidad de la vida para vivir, no la quieres desaprovechar absolutamente para nada. Vivimos la vida de forma intensa. Si. Lo bueno y lo malo. Y gracias a la intensidad de los momentos malos, conseguimos resultados buenísimos y una complicidad que ojalá no termine nunca. Risas en momentos que eran para llorar. Llanto de la misma risa en momentos felices gracias a esa intensidad que nos caracteriza. Y es que, que fácil es ser una persona intensita que te dice lo que siente en cada momento, que siente y piensa cosas sin maldad, sin segundas intenciones, sin recochineos, que brilla sin necesidad de apagar la luz de nadie porque está demasiado ocupada manteniendo su llama viva. Me llaman intensita, y orgullosa estoy de ello.

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